Llegaste así, como en un lindo sueño, sin dejar motivo a pensarlo, sin pensar aún a ciencia cierta si fué el anzuelo la sonrisa, si acaso la mirada que días más tarde, esperanzado, esperaba te atrapara.
Bastaron tan sólo un par de instantes, la cantidad justa de guiños, dejando a un lado la razón, que parece siempre ha estorbado un tanto más, un tanto menos; llegaste con la esperanza lejana, con los ojos abiertos y sonrisas a quemarropa.
Llegaste como cumpliendo aquél dicho que promete encontrar cuando hemos cesado de buscar, cumpliendo la llegada cuando la espera ya no es suficiente.
El tiempo fue lo de menos, será que pudieron más las cualidades, las sorprendentes afinidades y el grado de locura apenas mayor al previamente solicitado, será que me enredé en tu cabello, por trillado y sentimentaloide que pueda leerse.
Y como sin pedir permiso, supiste abrir las puertas de mis ojos, te colaste en casa y provocaste las vísceras, te introduces en mi vida, entras cómodamente y no me queda más remedio que rendirme, los impulsos al corazón adquieren el adjetivo de inconmesurables...
Abro los ojos y ahí estás, sentada en mi regazo, sin ninguna falsa promesa, sin otro compromiso que el de tu corazón golpeando velozmente contra el desbocado mío, me he perdido y encontrado ya un millón de veces en tu boca, abro los brazos y por hoy no pretendo dejarte ir.
Del ritual que procede he preferido guardarlo, para mí, atesorarlo bajo la almohada para cuando tu ausencia te sustituya, aquél millón de risas, del centenar de recuerdos me quedo con aquélla noche, en que por una vez en la vida estuvimos a punto de saborear algo que imagino se puede llamar perfección.
Abro los ojos de nuevo, el sol ha salido y me vuelvo hacia donde estabas... y sorpresivamente sigues ahí, he preferido no restregar los ojos, ni pellizcarme siquiera, que si el sueño continúa prefiero seguir soñando.
Ya un poco más del par de minutos, toda idea de sueño se ha desvanecido y comienzo ahora a pensar en fortuna, en la suerte de haberme topado con vos. Aún es algo temprano y yo te observo, te voy recorriendo, devoro tu cuerpo desnudo poco a poco, archivando cada línea, cada pequeño gesto, como para que al despertar pueda volver a crearte, tenerte sólo un poco más que siempre...
Mientras me atrapan tus caderas me pierdo un poco más, y es que sin querer ese detalle de dormir hasta tarde te hace más irresistible, los leves movimientos que descubren tu vientre me impedirán -por lo menos un par de noches-, volver a dormir solo, dormir tranquilo...
Buscas tu ropa y hago lo posible por que el proceso sea eterno, planeo todas la tretas en un instante para que te quedes a mi lado sólo un segundo más... y no, y se de antemano que has de irte, tal como llegaste, sin tantos fuegos artificiales, que si bien ya alguien muy inteligente lo había dicho: "es un peligro encontrar seres alados, que siempre terminarán por volar".
Abro los ojos, y es tristísimo que no estés más aquí, busco en vano tu ropa desprendida en todas partes, algún indicio de tí. Parpadeo una y mil veces, pero hasta tu espejismo se ha vuelto tímido... ya no estás.
Lo único que el corazón argumenta es el impulso mismo, que el desesperado deseo le puso rostro al tan pedido deseo; haciendo revisión a las alas me doy cuenta que aún están en servicio, resplandecientes... y tú? Por alguna extraña razón te has desvanecido.
De nuevo y por última vez abro los ojos, le ordeno silencio a tu ausencia callándola con un dedo, que sólo basta cerrar los ojos de nuevo, para volver a encontrarte, para tenerte aquí...
Como en un sueño.
El llanero solterón con un tremendo insomnio, y las terribles ganas de que estés aquí.
In Lakech
In Lakech
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