domingo, 9 de octubre de 2005

Chiquilín



Se llama Víctor Hugo, y es uno de los amigos más viejos que tengo, cuando lo conocimos, allá por la secundaria, recuerdo que yo era un mocoso con una recién encontrada suerte con las mujeres, suertudo y aún así midiendo poco más que el metro y medio, cuando él llego a nuestras vidas ya medía como 1.70!!! de ahí el apodo que hasta el momento conserve...

Llegó y era deportista, creo que corría para el Distrito Federal en alguna competencia más o menos importante, luego eventualmente se convertiría en algo así como alcohólico, al grado que años después nadie lo podía tumbar, siempre caracterizado por ser el más libre, el que antes tenía más permisos, motivo por el cual lo molestábamos pero que la pura verdad estabamos algo celosos, de que el pudiera llegar a las 5 a eme cuando nuestro toque de queda era como máximo la 1 de la mañana...

Nuestra amistad sobrevivió la secundaria, cosa que no fué tan común como con otros que considerábamos amiguérrimos, así pues fuimos creciendo juntos, con problemas de escuela, de preparatorias y de casa, conocimos a su familia, con todo y perro y perico, cuando había problemas con el hermano y cuando llegó también cierto muchacho a su casa desde Miami...

Y así, después de 10 años de conocerlo, de saber de sus múltiples trabajos y amores, de todo lo que vale como amigo a pesar de que se vuelve el más jorobador cuando está algo tomado, con todos sus 22 años encima ayer se fué a Canadá, a probar suerte, a vivir y según él no volver jamás, se va con una chica que lo quiere, con toda la esperanza y las ganas que siempre lo han caracterizado... hoy por este medio, que si algún día se digna a agarrar la computadora lo podrá ver le digo adiós, que le vaya bien y le deseo toda la suerte; que ya todos estamos empezando a juntar para caerle por allá, en tierras menos cálidas... muy al norte...

En noches como hoy me vuelve el sentimiento de vejez, de cuando los amigos se van, de cuando cada uno va tomando su camino y algunos nos quedamos, más tristes y menos feos, con un pedacito del pensamiento con aquéllos que se fueron... y que tarde o temprano iremos a alcanzar.

Se le quiere cabrón, no trague nieve y acuérdese que por acá tiene familia, que aunque el orgullo a veces no deje se le va a extrañar... hasta siempre.


el llanero solterón con nieve en los ojos.
In Lakech.


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